Un reciente descubrimiento arqueológico cerca de Jerusalén está desafiando creencias arraigadas sobre los roles de las mujeres en prácticas religiosas extremas durante el periodo bizantino. Científicos del Instituto Weizmann de Ciencia y de la Autoridad de Antigüedades de Israel han identificado los restos de una mujer en un entierro asceta tradicionalmente asociado con hombres. El descubrimiento está llevando a una reevaluación de la participación de las mujeres en el ascetismo extremo en el siglo V d.C.
Durante las excavaciones en Khirbat el-Masani, un monasterio bizantino que data del 350 al 650 d.C., se descubrieron varias tumbas. Entre estos entierros, los investigadores encontraron un esqueleto mal conservado envuelto en pesadas cadenas de metal, una práctica vinculada al ascetismo extremo. Inicialmente, se asumió que los restos pertenecían a un asceta masculino debido a la asociación tradicional de este tipo de penitencia con los hombres. Sin embargo, un análisis científico publicado en la Revista de Ciencias Arqueológicas: Informes confirma que los restos pertenecían a una mujer.
Para determinar el sexo del individuo, los investigadores emplearon análisis de péptidos en el esmalte del único diente restante, específicamente el segundo premolar de la mandíbula superior. Los hallazgos revelaron una ausencia de péptidos asociados con la proteína AMELY, que está codificada por un gen ubicado en el cromosoma Y. En contraste, identificaron la presencia de péptidos correspondientes a la proteína AMELX, vinculada a un gen en el cromosoma X.
El descubrimiento en Khirbat el-Masani sugiere que algunas mujeres adoptaron prácticas similares a las de sus contrapartes masculinas, participando en comportamientos religiosos extremos y en comunidades monásticas. Los registros históricos indican que las mujeres en el Imperio Romano comenzaron a practicar el ascetismo tan temprano como en el siglo IV EC. Figuras destacadas como Melania la Mayor y su nieta Melania la Romana ejemplificaron la tendencia de las mujeres a abrazar la auto restricción para metas espirituales, habiendo dejado atrás vidas privilegiadas por la disciplina monástica.
El monasterio donde se descubrió la tumba estaba estratégicamente ubicado a lo largo de la ruta de peregrinación cristiana a Jerusalén. Durante el período bizantino, Jerusalén floreció en un importante centro religioso, atrayendo a adoradores de todo el Imperio Romano. Los monasterios no solo servían como centros espirituales, sino también como refugios para peregrinos cansados en busca de consuelo y orientación, realzando su papel en el panorama religioso de la época.
Las excavaciones en el sitio descubrieron múltiples criptas funerarias que contenían restos esqueléticos de hombres, mujeres y niños. Entre ellos, los investigadores encontraron los restos del individuo ascético encadenado. Pequeñas placas de metal y una pequeña cruz fueron encontradas cerca del abdomen del esqueleto. Otros, conocidos como estilitas, vivían en la cima de pilares en soledad para enfocarse en la oración y la predicación.
El esqueleto del ascético ha sobrevivido en un estado altamente fragmentario, con los pocos huesos conservados desmoronándose al contacto, lo que dificulta determinar el sexo de la persona a través de métodos tradicionales. Sin huesos clave como la pelvis o el cráneo, los arqueólogos necesitaron un enfoque alternativo. La única parte bien conservada del cuerpo era un solo diente, un segundo premolar superior. Los investigadores sometieron los restos a análisis científico, examinando las proteínas en el esmalte dental para determinar el sexo biológico.
Los métodos tradicionales se basan en analizar grandes huesos, pero en casos como este, las técnicas alternativas son cruciales. Los científicos analizaron la presencia de la proteína amelogenina, que presenta variaciones específicas en los cromosomas X e Y. La ausencia de la variante masculina (AmelY) en la muestra mostraba claramente que la persona era una mujer. Para asegurar la precisión, los científicos revisaron signos químicos adicionales en las proteínas del diente.
La estimación de la edad basada en los restos fue desafiante debido a la mala conservación de los huesos. Los científicos analizaron tres vértebras cervicales sobrevivientes y un diente para estimar la edad del asceta, determinando que el entierro pertenecía a un adulto probablemente con una edad entre los 30 y 60 años en el momento de la muerte. Aunque la edad exacta sigue siendo incierta, los expertos confirman que era una adulta que probablemente soportó años de dificultades físicas como parte de su devoción religiosa.
Este descubrimiento plantea preguntas importantes sobre el papel de las mujeres en prácticas ascéticas extremas durante la era bizantina, desafiando la creencia de que tales prácticas eran exclusivamente masculinas. Aunque hay casos conocidos de mujeres nobles que fundaron monasterios y participaron en la vida religiosa, la identificación de una mujer que llevó su devoción a los extremos de la autoflagelación es sin precedentes en los registros arqueológicos.
Durante siglos, los historiadores asumieron que las formas severas de auto-negación y estilos de vida ascéticos estaban reservados para hombres, sin evidencia material que confirmara que las mujeres adoptaban las formas más extremas de penitencia. El descubrimiento en Khirbat el-Masani enfatiza el papel activo que las mujeres desempeñaron en comportamientos religiosos extremos, desafiando las narrativas convencionales sobre la participación femenina en la religión y la espiritualidad.
Este artículo fue escrito en colaboración con la empresa de inteligencia artificial generativa Alchemiq.