Comprender la ideología islámica es esencial para abordar los procesos globales que están dando forma a nuestra región y desestabilizando el mundo entero. Analizar las implicaciones de estos desarrollos permite a las naciones occidentales tomar medidas significativas contra lo que muchos ven como un intento gradual de dominio islámico en varios países.
La yihad islámica es un concepto central en el Islam, que se refiere a la lucha por la fe. Si bien el término incluye dimensiones espirituales y culturales, en contextos históricos y políticos, muchas veces se ha interpretado como una lucha militar dirigida a expandir el control islámico. El mundo occidental ha fallado en comprender completamente la profundidad y el alcance de esta ideología.
El Islam define dos divisiones globales principales: Dar al-Islam y Dar al-Harb.
Dar al-Islam se refiere a regiones gobernadas por el Islam, donde se aplica la Sharia. En estos territorios, los musulmanes viven bajo un gobierno islámico y la ley religiosa moldea todos los aspectos de la vida.
Un devoto musulmán está obligado a expandir el dominio del Dar al-Islam, aspirando a llevar todo el mundo bajo el control islámico.
Por otro lado, Dar al-Harb, o la "Casa de la Guerra", se refiere a territorios que aún no están bajo el control islámico. El pensamiento islámico tradicional divide el mundo en estos dos reinos, afirmando que las regiones fuera del control islámico deben ser finalmente absorbidas en el Dar al-Islam a través de la yihad, un esfuerzo continuo para someter a los no creyentes y establecer el gobierno islámico.
Según la jurisprudencia islámica clásica, la yihad no es solo un deber personal sino una obligación colectiva (fard kifayah) de la comunidad musulmana, o Ummah.
Esto se debe en parte a la naturaleza única del Islam, no solo como una fe privada sino como un marco político, legal y social completo que tiene como objetivo crear un orden global. En este contexto, la búsqueda de la supremacía islámica es una misión religioso-política en curso sin un punto final fijo.
La Sharia ordena que los musulmanes difundan su fe y aseguren que toda la humanidad acepte las enseñanzas islámicas. A menudo, el objetivo del gobierno islámico no es la conversión individual sino la imposición de la Sharia como el sistema legal y social dominante.
No hay una fecha de caducidad para la yihad. Incluso si las conquistas abarcan siglos, el objetivo sigue siendo válido bajo la doctrina islámica. Esta visión a largo plazo contrasta fuertemente con las perspectivas occidentales, que tienden a ver las guerras como eventos finitos y limitados en el tiempo.
La historia refleja esto. Las campañas militares islámicas se extendieron desde el siglo VII hasta bien entrado el siglo XVII, abarcando Asia, Europa y África. La conquista no se veía como algo excepcional, sino como un componente estándar de la vida y la expansión islámica.
OCCIDENTE trata frecuentemente a organizaciones yihadistas como al-Qaeda e ISIS como elementos marginales que no representan al islam mainstream. Sin embargo, muchas de las ideologías de estos grupos están profundamente arraigadas en enseñanzas islámicas tradicionales y precedentes históricos. Suponer que el islam opera como otras religiones es un grave error de juicio.
Paralelos incorrectos
Es un error establecer paralelismos entre el islam y religiones como el cristianismo o el judaísmo. El islam fusiona la creencia religiosa con la autoridad política y legal. Los líderes religiosos ejercen influencia judicial, legitimando acciones que, a los observadores occidentales, parecen inaceptables e incluso ilegales.
Mientras Occidente busca soluciones inmediatas y resoluciones rápidas, la ideología islámica es paciente. Está dispuesta a perseguir sus objetivos a lo largo de los siglos, a diferencia del Occidente, que a menudo ve la guerra como episódica y concluyente.
Las respuestas occidentales se centran principalmente en las amenazas militares planteadas por organizaciones terroristas, a menudo descuidando el frente ideológico más amplio. Mientras las naciones occidentales buscan soluciones de seguridad tácticas, la ideología islámica se propaga a través de la educación, la demografía y la influencia cultural.
Para contrarrestar efectivamente el yihad, Occidente debe reconocerlo como un desafío ideológico y cultural, no solo militar.
Sin tal conciencia y resistencia, la ideología yihadista persistirá y crecerá. En lugar de temer acusaciones de racismo o islamofobia, las sociedades occidentales deben defender sus valores fundamentales: democracia, libertad y derechos humanos.
Existe una necesidad apremiante de académicos calificados en teología y derecho islámicos, incluidas sus corrientes más radicales. Los responsables de formular políticas deben consultar a expertos serios y examinar directamente las escrituras islámicas en lugar de depender de narrativas simplificadas.
Si Occidente pretende preservarse, debe aplicar políticas de inmigración más estrictas y asegurarse de que los recién llegados adopten el ethos nacional. La ciudadanía debería ser condicional, concedida solo después de una integración cultural e ideológica exhaustiva.
La yihad islámica es más que una amenaza de seguridad; es una cosmovisión integral que ha movilizado a millones a lo largo de la historia. La división entre Dar al-Islam y Dar al-Harb obliga a muchos musulmanes a emprender una lucha perpetua contra los no creyentes.
Occidente ha fallado en reconocer esto, y sus respuestas a menudo han sido inadecuadas. Preservar la identidad occidental requiere enfrentar esta amenaza ideológica directamente, reforzar la confianza cultural y tomar medidas decisivas contra las fuerzas que buscan desestabilizarla.
ISRAEL, por su parte, ha pasado décadas vacilando entre aspiraciones políticas y duras realidades de seguridad.
Uno de sus errores estratégicos más significativos fue creer que concesiones territoriales conducirían a la paz y que la cuestión palestina se podría resolver mediante el compromiso.
Esta idea, promovida en gran medida por la Izquierda Israelí, pasó por alto la ideología profundamente arraigada de grupos como Hamas y otras facciones palestinas, que ven a todo Israel como "Palestina ocupada" y rechazan cualquier acuerdo permanente.
Cuando el ex primer ministro Ariel Sharon inició la retirada de Gaza en 2005, creía que retirarse traería calma, reduciría la violencia y trasladaría la responsabilidad a los palestinos. A pesar de su experiencia como soldado y estadista, Sharon malinterpretó las verdaderas intenciones de Hamas.
Hamas nunca vio a Gaza como el objetivo final. La retirada fue simplemente el primer paso en su plan estratégico. Inmediatamente después de la partida de Israel, el grupo terrorista consolidó el poder y transformó Gaza en un enclave terrorista fortificado.
La expansión de túneles, arsenales de cohetes e infraestructura militar reflejó la creencia de Hamas de que la retirada no era una oferta de paz, sino una victoria.
La suposición de larga data de que el conflicto palestino tiene sus raíces únicamente en agravios territoriales, particularmente los relacionados con tierras capturadas en 1967, fue irreparablemente destrozada el 7 de octubre de 2023.
Un número creciente de israelíes en busca de paz ahora reconocen que muchos palestinos no están simplemente abogando por un retorno a las fronteras de 1967. Exigen el regreso a ciudades pre-1948 como Jaffa, Haifa, Ramle y Lod.
Este deseo no se limita a Hamas. Es eco de la opinión de la población palestina en general, incluidas facciones como Fatah y la Autoridad Palestina, ambas de las cuales continúan promoviendo el llamado "derecho al retorno", una política que, de implementarse, pondría fin efectivamente a la existencia de Israel como estado judío.
El cántico "Del río al mar" no es simplemente simbólico. Representa la creencia fundamental entre muchos palestinos de que todo Israel es territorio ocupado destinado a la "liberación". En esta perspectiva, las concesiones de Israel son interpretadas como debilidad, fomentando más demandas y escalando la violencia.
El ascenso de Hamas después de la salida de Israel de Gaza, seguido de su purga de operativos de Fatah, demostró que incluso las tácticas violentas de Fatah eran consideradas insuficientemente radicales según los estándares de Hamas.
Israel se encuentra descendiendo por una pendiente de falsas esperanzas, donde gestos de paz son percibidos por adversarios como rendición. Por lo tanto, cualquier estrategia de paz basada exclusivamente en fórmulas de tierra por paz está condenada al fracaso.
La realidad geopolítica actual requiere un nuevo marco estratégico. Israel debe reconstruir una disuasión creíble, expandir su presencia en toda la tierra, y responder con fuerza a cualquier amenaza a su soberanía.
¿Cómo se puede lograr una verdadera paz?
La verdadera paz solo será alcanzable cuando la otra parte reconozca que Israel no puede ser eliminado, ni militar ni diplomáticamente. Solo cuando esta realización eche raíces, será posible un diálogo genuino. Lamentablemente, ese día aún no está a la vista.
Israel seguirá extendiendo su mano en paz. Pero mientras los niños palestinos sean enseñados a odiar, sean criados en el martirio en lugar de la ciencia, y sean entrenados para llevar armas en vez de libros, la espada seguirá siendo necesaria.
El escritor es CEO de Radios 100FM, cónsul general honorario, subdecano del Cuerpo Consular, presidente de la Asociación de Comunicaciones de Radio de Israel, y ex corresponsal de televisión de NBC.