La Ciudad Perdida y los misterios bajo las olas

La Ciudad Perdida, encontrada en 2000 cerca de la Cordillera del Atlántico Medio, es un ecosistema marino con imponentes formaciones de piedra caliza que se asemejan a catedrales submarinas.

 Un reborde, o saliente, de 1,5 m de ancho en el lateral de una chimenea en el yacimiento de Ciudad Perdida. (photo credit: National Science Foundation (University of Washington/Woods Hole Oceanographic Institution).)
Un reborde, o saliente, de 1,5 m de ancho en el lateral de una chimenea en el yacimiento de Ciudad Perdida.
(photo credit: National Science Foundation (University of Washington/Woods Hole Oceanographic Institution).)

La Ciudad Perdida es un extraordinario ecosistema submarino ubicado a más de 700 metros de profundidad cerca de la Cordillera del Atlántico Medio. Descubierto por investigadores en 2000, el lugar se caracteriza por imponentes estructuras de piedra caliza que se asemejan a catedrales submarinas. Torres de carbonato dentadas con paredes azules cremosas aparecen como figuras fantasmales en imágenes capturadas por vehículos operados de forma remota, creando un paisaje surrealista formado por reacciones químicas entre el agua de mar y el manto terrestre.

Este campo hidrotermal plantea muchas preguntas sobre el origen de la vida debido a su rico ecosistema sostenido por constantes reacciones químicas. Las fisuras y grietas de las chimeneas en la Ciudad Perdida están llenas de vida microbiana, apoyada por condiciones que permiten a las comunidades prosperar en ausencia de oxígeno, según informa Futura Sciences. Estas bacterias, encontradas principalmente en columnas de calcita, se alimentan principalmente de hidrocarburos producidos por las chimeneas.

A diferencia de los respiraderos volcánicos subacuáticos conocidos como fumadores negros, el ecosistema de la Ciudad Perdida no depende del calor del magma. Los respiraderos y chimeneas de calcita son más grandes que los de los fumadores negros, lo que sugiere una actividad prolongada a lo largo del tiempo. Mientras que los fumadores negros producen minerales ricos en hierro y azufre, las chimeneas de la Ciudad Perdida generan hasta 100 veces más hidrógeno y metano, según señala Scienze Notizie.

El monolito más imponente en la Ciudad Perdida lleva el nombre de Poseidón en homenaje al dios griego de los océanos y se eleva más de 60 metros de altura. Al noreste de la torre de Poseidón, un acantilado muestra breves ráfagas de actividad, con respiraderos que expulsan fluidos, creando formaciones de carbonato delicadas.

A pesar de las condiciones extremas, la Ciudad Perdida alberga una fauna diversa. Las aguas circundantes albergan especies más complejas, aunque animales más grandes como cangrejos, camarones, erizos de mar y anguilas son raros. Este ecosistema revela un mundo donde la vida prospera en entornos hostiles.

Durante más de 120,000 años, el manto terrestre en la región de la Ciudad Perdida ha interactuado con el agua de mar, generando hidrógeno, metano y otros gases disueltos. Estos hidrocarburos se forman de manera independiente al dióxido de carbono atmosférico o a la luz solar, lo que sugiere que la vida podría surgir bajo condiciones muy diferentes a las de la superficie terrestre.

Los científicos creen que condiciones propicias para el surgimiento de la vida podrían existir en las lunas de Saturno y Júpiter, Encélado y Europa, y tal vez incluso en Marte en el pasado.

En 2018, Polonia obtuvo derechos para extraer minerales en el fondo marino alrededor de la Ciudad Perdida, lo que generó preocupación entre la comunidad científica. Aunque el campo hidrotermal en sí carece de recursos valiosos, las actividades de extracción en las áreas circundantes podrían tener consecuencias desastrosas para el frágil ecosistema, incluida la contaminación que amenaza su hábitat único, según Futura Sciences.

Muchos científicos abogan que la Ciudad Perdida sea clasificada como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO. El reconocimiento internacional ayudaría a proteger este laboratorio natural. Preservar la Ciudad Perdida es crucial para profundizar en nuestra comprensión de los orígenes de la vida, especialmente dado el ecosistema que podría verse comprometido por las actividades de extracción.

El artículo fue escrito con la asistencia de un sistema de análisis de noticias.